Una siesta tan profunda y relajada que parece que uno desconecta del mundo, como la famosa pachorra andaluza.
Miguel se echó una siesta gitana después de comer y no hubo quien lo despertara hasta la cena.
Tomarse un descanso a la andaluza: una siesta de campeonato que dura más que el día de la marmota, ideal para recuperarse del arte de vivir intensamente.
Después del festín que nos hemos pegado en la feria, me voy a echar una siesta gitana hasta que toque volver a salir.